Por debajo del agua toma como punto de partida una hermosa canción de Pablo Guerrero de igual título, y pretende ser una alegoría de una ciudad que se nutre de aguas subterráneas, de un calerizo, porque, efectivamente, Cáceres nace por debajo del agua.
Por debajo del agua pretende hacer del lago del Parque del Marco un lugar mágico, donde el juego con el agua simboliza el hálito de vida para la ciudad.
Dos personajes, dos seres sobrenaturales, entrelazan sus cuerpos con el agua, se zambullen en sus fondos, porque forman parte de ella. Suspendidos de estructuras piramidales y de los árboles, ejecutan una danza de coreografía sutil, con la delicadeza de los delfines, y la fuerza tribal, atávica, de los ritos de Maltravieso, de sus cultos paganos.
Porque Por debajo del agua es, en suma, un canto telúrico, un himno a la Tierra, a veces salvaje, a veces poético, y un grito a la Madre, nombre con el que los hortelanos han conocido siempre a la Ribera del Marco, nombre que a lo largo de la secuencia final del espectáculo se convierte en un mantra de lenguas antiguas.
Guitarras cabalgantes y software electrónico conviven, al tiempo, con danzas aéreas que nos entroncan con las manos mutiladas de Maltravieso.
Por debajo del agua pretende hacer del lago del Parque del Marco un lugar mágico, donde el juego con el agua simboliza el hálito de vida para la ciudad.
Dos personajes, dos seres sobrenaturales, entrelazan sus cuerpos con el agua, se zambullen en sus fondos, porque forman parte de ella. Suspendidos de estructuras piramidales y de los árboles, ejecutan una danza de coreografía sutil, con la delicadeza de los delfines, y la fuerza tribal, atávica, de los ritos de Maltravieso, de sus cultos paganos.
Porque Por debajo del agua es, en suma, un canto telúrico, un himno a la Tierra, a veces salvaje, a veces poético, y un grito a la Madre, nombre con el que los hortelanos han conocido siempre a la Ribera del Marco, nombre que a lo largo de la secuencia final del espectáculo se convierte en un mantra de lenguas antiguas.
Guitarras cabalgantes y software electrónico conviven, al tiempo, con danzas aéreas que nos entroncan con las manos mutiladas de Maltravieso.